Juan Alfonso Berzaín: el reciclado de Sánchez Berzaín que quiere improvisar con Cochabamba

En Cochabamba empiezan a aparecer precandidatos de todo tipo, pero pocos tan cuestionables como Juan Alfonso Berzaín, exintendente municipal y —lo que muchos evitan mencionar— sobrino del exministro Carlos Sánchez Berzaín, uno de los personajes más rechazados y polémicos de la historia reciente del país.
Ese apellido no es casualidad: arrastra una forma de ejercer el poder que Bolivia ya vivió y rechazó.
Lejos de representar renovación, Berzaín reproduce el mismo estilo autoritario, confrontacional e improvisado que marcó a su familia.
Su paso por la Intendencia de Cochabamba fue un ejemplo perfecto de lo que este precandidato puede ofrecer: desorden, conflictos internos, denuncias cruzadas, incapacidad administrativa y una salida forzada. Nada de gestión, nada de resultados, nada de liderazgo.
A pesar de ese historial pobre, hoy pretende presentarse como alternativa política. Pero cuando se revisa lo que propone, la respuesta es clara: no propone absolutamente nada.
No tiene plan urbano, no tiene propuesta técnica, no tiene visión de ciudad, no tiene equipos profesionales ni proyecto de desarrollo. Todo su discurso se resume a una sola cosa: insultar al alcalde Manfred Reyes Villa todos los días.
Esa es su “política”: gritar, acusar, provocar, ensuciar. Pero cuando la ciudadanía le pregunta qué haría por el transporte, la economía, los servicios básicos o la seguridad ciudadana, Berzaín se queda sin palabras.
Mucho ruido, cero propuesta. Su falta de preparación es evidente. Su ambición sin fundamento también. Y su comportamiento político solo confirma que estamos frente a otro improvisado, otro personaje que aparece cada elección buscando protagonismo con ataques y escándalos en lugar de ideas.
La gente de Cochabamba merece algo mejor que un candidato que utiliza su apellido para hacerse notar, pero que no tiene ni trayectoria, ni visión, ni capacidad para dirigir una ciudad compleja. Cochabamba ya está cansada de farsantes electorales, de oportunistas, de personajes reciclados que intentan revivir con discursos de odio porque no tienen nada más que ofrecer.
Hasta ahora, Juan Alfonso Berzaín no demuestra ser una opción seria.
Demuestra ser otro rostro del pasado, otro representante de la vieja política, otra figura improvisada y peligrosa que pretende experimentar con el futuro de la ciudad.




